No daré números, no me sirven, no haré estadísticas, no me sirven, para eso están otros y ya marean bastante. Pero lo que sí me queda claro es que gracias a la Administración y a los que tenemos de intermediarios, es decir, los sindicatos, estamos más que vendidos.
Estos días hemos visto en redes sociales cómo han explicado sus historias negociadoras. Pues bien, a mí no me sirven y creo que a muchos otros tampoco.
Si un trabajador es despedido, y sobre todo un trabajador longevo, para mí ya es una derrota de todos, Administración y sindicatos, por no saber aprovechar su experiencia.
Había muchas alternativas, muchas medidas que se podían haber tomado. Basta de promesas, tened respeto por los trabajadores, pensad dos veces lo que firmáis y no nos vendáis ninguna moto porque la realidad la tenemos muy clara.
Si un trabajador no pone todas las opciones en la adjudicación, hay que entender por qué lo hace y facilitarle las cosas. Pero no, seguimos siendo números, nada ha cambiado en ese aspecto con el nuevo gobierno. Y tirar a trabajadores porque no consiguen tener todos los requisitos que nos vamos sacando de la chistera os saldrá caro.
Compañer@s interin@s, longevos, nuevos, funcionarios de carrera, nuevos, longevos, aprendamos a respetarnos. Seamos eso, comp@ñeros. Parece fácil, eh? Todos tenemos cabida y podemos aprender mucho los unos de los otros.
Hola.
ResponderEliminarSoy maestra de audición y lenguaje. Hace 6 años que trabajo como interina para la administración autonómica valenciana. Nunca me hizo gracia el sistema de oposición para maestros. Venía de otras administraciones, local, provincial, sanidad, función pública, y nunca hice examenes de este tipo. Estudiaba muchísimo pero tenía la garantía de poder acceder a la plantilla correctora en cuestión de 1 día después de la prueba tipo test. Cuando me presenté por primera vez a mi primera oposición en educación, pensé que era muy poco claro todo, cómo reclamo, cómo veo en qué he fallado y cuál es la mejor manera de hacer un supuesto práctico. Fuí a una preparadora y probé 2 academias. En todas tenía pegas, no corregían mis supuestos, no me daban pautas claras y pensaba que mi dinero era una inversión, pues entre mi experiencia y lo que aprendía de nuevo, lo que estudiaba, no poco, y lo que me esforzaba, ya sabeís, festivos, fines de semana, sacrificios varios, mi aprobado estaba asegurado (que ingenua).
En mi especialidad se ofertaron 500 plazas, después de las 25 y 50 de los últimos años, eran muchísimas. Alguna, pensaba, era para mí. Lo tenía claro. Después de superar la primera fase, pasé a la segunda y terminé por no poder aportar mis 9 puntos de méritos, pues el 4.4 en la defensa de la programación no me lo permitió. El sabor de boca que se te queda es, tan mal lo he hecho, qué hice, por qué, estaba muy tranquila, disfruté, mis compañeras me felicitaron por mi serenidad, seguridad y confianza.
Nada. Me pegué un batacazo del cual sigo recuperándome. Ya sabeís. La autoestima mengua. Surgen las dudas respecto al sistema. Se afianzan. No me resigno. Quiero examinarme de nuevo. Eso sí, en otras condiciones. No puedo dejar de pensar en los criterios de evaluación en la próxima oposición. Si realizo las mismas pruebas con las mismas pautas y el mismo sistema, no me garantizan una revisión objetiva. Los tipos de exámenes tampoco lo son. Qué pena que como docente se me exijan criterios de evaluación, entre otros elementos y que se me evalue con unos criterios que tan solo los miembros del tribunal conocen. Es todo muy borroso, poco transparente, por no decir nada. Y a pesar de ello nos dicen que es uno de los mejores sistemas existentes. A pesar de que interinos e interinas desde hace años nos quejamos de la carga de subjetividad que conllevan estas pruebas, y que de paso sea dicho, son obsoletas. Para más inri y en el marco de la borrosidad, un tribunal puede censurar el uso de material tecnológico, basándose en la convocatoria, -no lo pone. -Tampoco lo pone. Y otro tribunal no censurarlo, incluso animar a los opositores en su uso. Así cada tribunal tiene su margen de acción para poder decidir en base, dicen, a la convocatoria.
Podría escribir mucho más. Me ayuda como terapia. Es duro jugarte tantas horas de esfuerzo y dedicación a una carta, la suya. Habrá quien piense -sigo jugando.
No comulgo con este sistema. Me siento, cada vez que me he presentado, utilizada, rechazada y expuesta a la suerte. Si la profesionalidad depende del azar, en qué mundo vivimos y quienes son los que nos exponen a ella.
No quiero ésto. No quiero que me regalen el estatus de funcionaria de carrera.
Pero tampoco quiero que mi salud, mi tiempo y mi dinero se vean amenazados una y otra vez por un sistema basado en el azar y la suerte.